La transmisión de la fe

Selma Lagerlöf, premio Nobel de Literatura escribe sobre la influencia de su abuela en la formación de la fe. Así narra un día de Navidad.


  "El pastor que era muy malo y despiadado que se preguntaba ¿qué noche será esta que los perros no muerden, las ovejas no se asustan, las lanzas no matan y el fuego no quema? Ya lo sabrás contestó la abuelita. Cuando el pastor se acercó a ayudar a un niño pobre y le regaló una piel blanca de cordero y acostó al niño sobre ella, se le abrieron los ojos y vió lo que no había podido ver y oyó lo que había sido dado oir. Vió como en torno suyo se agrupaban un gran grupo de pequeños angelitos con alas de plata, cada uno de ellos tenían una lira en la mano y todos ellos cantaban con hermosa voz que aquella noche había nacido el redentor, el que redimiría los pecados del mundo."

La abuelita entonces colocó su mano sobre la cabeza de Selma y le dijo: "Acuérdate de lo que te he contado, es tan cierto como que yo te veo y tu me ves. Para ello no se precisan lámparas ni luces, ni sol, ni luna, sino ojos limpios de pecado para poder contemplar la magnificencia del señor."

Las abuelas de hoy, son las encargadas de transmitir la fe a sus nietos, ya que sus madres están muy ocupadas trabajando. Llegan cansadas a atender los asuntos básicos del hogar ¿y la fe? ¿y la doctrina? se encargan las abuelas y abuelos.



Recuerdo a mi abuela, se llamaba María Antonia de la Trinidad, el próximo domingo día de la Santisima Trinidad será su honomástico y sus nietos recordamos con cariño todas sus enseñanzas, ya que tenía una gran cultura bíblica.

Recuerdo también, la oración que Salomón hacía al Señor que ella nos enseñaba constantemente:



... "Dios de los Padres y Señor misericordioso, 
que hiciste todas las cosas con tu palabra,
9:2 y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
9:3 para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
9:4 dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.
9:5 Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
9:6 y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.
9:7 Tú me preferiste para que fuera rey de tu pueblo
y juez de tus hijos y de tus hijas.
9:8 Tú me ordenaste construir un Templo sobre tu santa montaña
y un altar en la ciudad donde habitas,
réplica del santo Tabernáculo
que habías preparado desde el principio.
9:9 Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.
9:10 Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado:
9:11 así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria...

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