Podemos preguntarnos si la autoestima es o no una virtud. Contestaría que sí. Porque para tener una buena autoestima, hay que conocer los puntos fuertes y los débiles de cada individuo.
Lo positivo siempre puede mejorar y lo negativo superar. La autoestima es necesaria para tener confianza en uno mismo, para desterrar el miedo y para saber luchar. Los padres y los maestros tienen el deber de impulsar actividades que den confianza en sí mismos a sus hijos y a sus alumnos y que también aprendan a aceptar sus limitaciones.
La autoestima es imprescindible para emprender proyectos que parecen imposibles, que para unos pueden ser locuras y para otros necedades.
Escribió un autor contemporáneo lo siguiente: "Quiero llegar a la cumbre, me pongo de en pié y comienzo mi camino hacia el techo del mundo.
Para tener una buena autoestima, hay que conocer el propio mundo interior, registrar las experiencias en la propia intimidad y buscar recursos para vencer.
Tenemos luchas en el trabajo, en las dificultades, en la enfermedad y sobre todo en la convivencia. Nuestros ojos deben estar siempre puestos en la meta, en los objetivos personales, en las cimas que se desean alcanzar.
Pero el ser humano es un ser creado y nada puede lograr sin la confianza en Dios. Y sin el conocimiento propio que puede mejorar cada día, contestando a tres preguntas enseñadas por un Santo contemporáneo y que son las siguientes: "Cada noche pregúntate ¿Qué hice mal? ¿Qué hice bien? y ¿Qué pude haber hecho mejor?"
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